Hoy martes, 29 de enero de 2013, nada, ni unas letras, ni un mísero papel, nada. Por debajo de mi puerta solo pasa el silencio y pequeños silbidos lejanos de alguna esperanza que pasa por allí.

Ya lo sé, es una locura, quizá esa nota, no era ni siquiera para mi, tal vez esa diosa del amor secreto se equivocó de puerta, ¡qué sé yo!, pero la verdad, ¡qué importa!, esperaré un milagrito...

Otra vez lunes, ¡qué bien!, la semana pasada tenía los ojos llenos de legañas reminiscentes de llanto y hoy tengo las pupilas llenas de luces de colores, colores varios que renombran la ilusión del que ama.

Miércoles: ¡ya! lo sé, falta el martes, pero la verdad es que no me acuerdo del día después del lunes, creo que ayer no existí, no sé si alguien pudo verme o saber de mí, no sé si alguien intercambió frases interesantes conmigo, si fue así, desde aquí le digo que  realmente no era yo, ayer martes fue uno de esos días que no pueden aportar nada, ni un sentimiento, ni siquiera una palabra ni una mención, solo un minuto de silencio para describir un hueco en la semana o un punto muerto en el alma, que se yo.

LUNES, pocas ganas y muchas tristezas, ninguna causa aparente, ningún daño irreparable, tal vez, simplemente heridas del pasado que a veces se abren y dan paso a la aflicción.

Lejos muy lejos los desleales, tan lejos, tan lejos, que se hagan tan diminutos como sus intenciones, pequeños tan pequeños, que sus almas carroñeras desaparezcan entre las minúsculas rendijas del silencio y así nunca más se oiga el eco de sus voces, lenguas hipócritas y feroces que se disfrazan de elogios a tu cara y murmuran rastreros quitándose la máscara cuando ven como se aleja tu espalda.

Está claro, el fin del mundo ¡no ha llegado!, por lo que mi hipótesis sobre el  peyote no está demasiado alejada de la realidad. Y ya que el fin del universo no está todavía en los planes de la naturaleza, yo continuaré mi camino, sorteando las dificultades, es decir, las pequeñas piedrecitas de la senda hacia mi futuro incierto lleno de incertidumbres pero con certezas claras, no hay fin del mundo todavía, tengo luz de momento, y la calefacción gana la batalla al frío invierno, por ahora.

Me pregunto una y otra vez porque  "diario de un amateur", debería llamarlo "diario de una pobre alma que trata de hacer poemas y termina cagandose en Iberdrola", suena fatal, lo sé, pero acaso ¿los poetas no cagan?, quiero pensar que si, y si, ya tengo luz, no sé hasta cuando, me imagino que algo tendré que inventar el mes que viene para poder pagar el reenganche, está claro, nunca llegaré a ser el cliente del mes, con la ilusión tan grande que yo tenía...

Hoy no es un buen día para escribir en mi diario, no, no lo es, tengo el alma cansada, los sueños desmoronados, mi pluma pesa un quintal y tengo los pies fríos.

Hoy no es buen día para escribir, no,  no lo es, mis ganas ya no existen ni en el mejor recuerdo de un día feliz, y suspiro cada cinco minutos con un fruncido de nariz muy sospechoso.

Mis pestañas se han unido enérgicamente para evitar que abra los ojos, es tan pronto que ni el sol ha querido salir y hace tanto frío que cuatro pingüinos me esperan en la puerta con ganas de jugar.