Sé que la dicha no puede basarse sólo en el amor, que la felicidad parte de uno mismo y focalizarla en otros es un suicidio emocional. A pesar de... esperaré un milagrito...
Hoy me siento un menesteroso de lo imposible, un indigente de lo inviable. Esperaré.
Soy un viudo joven, que aprendió amargamente la lección terrible de amar y perder, me ilustré en el dolor quizá demasiado joven, pero sin embargo, la soledad me arropó con ternura y aprobé la asignatura mas difícil y amarga, vivir sin ella, sin corazón y sin sueños, pero esa nota por debajo de la puerta me trajo creencias, un susurro y un aroma.
Creencias hermosas de que algún día podré volver a sentir amor sin la sensación de que la estoy engañando.
Un susurro suave que me dice... tranquilo, yo te querré siempre allá donde esté.
Y un aroma antiguo del pasado, cuando dormía placidamente a mi lado, cultivando mis ganas, sembrando futuros que nunca iban a florecer.
Han pasado seis años desde que me arrancaron el alma con la herramienta más salvaje que tiene el destino, la muerte. Con una llamada telefónica paralizaron mi tiempo y por primera vez con ese pedacito de papel venido del mundo de los rellanos las agujas del reloj vuelven a tomar vida.
Esperaré un milagrito... cómo no.