Hoy no es un buen día para escribir, no, no lo es, quizá simplemente no tengo nada que exteriorizar, ni tristeza, ni felicidad, ni siquiera un pequeño rencor que expresar, tal vez, es eso, el gran vacío de la inexpresividad.
Hoy no es un buen día para escribir en mi diario, no, no lo es, tengo el alma cansada, los sueños desmoronados, mi pluma pesa un quintal y tengo los pies fríos.
Voy a la nevera a comer algo y vuelvo, a ver... si me entran ganas de fantasear.
Ya he vuelto, ahora sí que me han entrado ganas, muchas ganas, pero de llorar, yo me quejaba de mi boquete emocional pero tras observar mi nevera un segundo me he dado cuenta que eso si que es un vacio, pero más que vacio es un agujero negro, mi nevera es un desierto inerte y muerto, donde habitan telarañas inquietantes que a sus anchas decoran el lugar, exento de futuros ya que mis bolsillos están más vacios aún, y tras el disgusto siento más frío todavía en los píes, y una ligera escarcha en la comisura de los labios, lo que me temía, me han vuelto a cortar el gas, no pasa nada, dicen que a mal tiempo buena cara, yo sigo escribiendo a pesar de saber a ciencia cierta que no es un buen día para escribir, no, no lo es.
No tengo comida, ni gas, por lo que dejemos a un lado lo del alma cansada, que si la pluma, que si un suspiro, que si la tristeza que si la puñetera felicidad, pero no pasa nada, yo sigo escribiendo pues mis pies ya no sienten nada, pasaron a mejor vida y ni el gesto puedo fruncir, ¡ni el frio!, ¡ni el hambre! ¡Podrán conmigo!... oh, oh, no veo nada, lo sabía, sabía que no era un buen día para escribir, ¡me cago en Iberdrola!