Si es así, si tuve la fortuna de que usted por un frágil momento fue accionista de mis sentimientos, primero darle las gracias e informar de que aquí estoy de nuevo reportando con orgullo una gran aventura. El teatro sin dinero, sin facilidades ni sueldos, sin grandes escenarios ni desmesuradas pretensiones.Solo un deseo, un ideal, una inspiración humilde rebosante de limitaciones, pero que llena mi alma de ganas buenas y vacían mi espíritu de desganas varias (esas que no valen para nada pero que se encargan de frenar el crecimiento y desarrollo). Ahora, mi vida está repleta de trabajo productivo que consigue hacerme olvidar complejos e inseguridades, transformándome en un gigante, un Hércules, un héroe.
¿qué fue de ese loco amateur que tuvo un propósito, una idea, un sueño?
En el día de hoy, os diré que ya tengo claro, cristalino, la obra de teatro que voy a montar, que sé a ciencia cierta la historia que trataré de levantar humildemente sobre las tablas. Tal vez, muchos creerán que es una elección fácil, se equivocan, elegir bien, es fundamental, a no ser, que seas el propio autor de la pieza, evidentemente si es así, tus objetivos ya están desde la primera línea descifrando los mejores caminos para una puesta en escena acertada y lógica, siempre y cuando, el ego de escritor no pese más que el superobjetivo del director.
Reto inmenso para este Hércules novel, que soy yo, por lo que me lanzo por otro precipicio, no menos peligroso, me arrojo al abismo misterioso y complicado, la adaptación, es más, asumo mayor riesgo, haré mi propia versión de los hechos. Voy a realizar una versión de una obra exquisita, única e inexorablemente admirable.
Mañana o pasado mañana, os digo cual es, y de este modo damos más emoción a la increíble hazaña del teatro.
Hoy me siento como El Discóbolo, esa famosa escultura griega realizada por Mirón de Eleuteras en torno al 455 a. C. que representa a un atleta justo un instante anterior al lanzamiento del disco.
Concentración pura. Quisiera atrapar ese minuto exacto.