Han pasado veinte minutos, pasé por la ducha, por el aseo bucal y el ropero desordenado que nunca tengo tiempo para ordenar. Me tropecé varias veces con varios objetos que ya he olvidado y no sé cómo ya estoy agarrada al volante inmersa en esa larga cola de gente dormida que sólo piensa en sus próximas vacaciones, es decir, el atasco de cada día que merma las ganas de trabajar y tuerce un poquito mas la espina dorsal de cada uno.
Por fin llego, pero primero me arrastro hasta la cafetería que me proporciona mi chute mañanero de cafeína y ahí en ese mismo instante me despierto y me pregunto ¿Cómo llegué hasta aquí?, Prefiero no indagar en mi problemilla de sonambulismo y subo a la oficina, donde ocho torres de papeles me miran fijamente con cara de pocos amigos, yo les miro y disimulo, me voy al baño y cuando salgo, ahí siguen con la misma expresión de venga a trabajar, yo vuelvo a disimular y me voy a por un vaso de agua, claro que al volver se parten de risa pues es patético verme dar tantas vueltas para acabar donde siempre, sentada en esa fría silla mirando al impersonal ordenador que aumenta la miopía cada vez más.
Esta claro, tengo que ponerme a trabajar pero mientras lo hago, sueño, ¡si sueño!, ¡es increíble!, pero al mismo tiempo que escribo en el ordenador, hago un asiento contable, discuto por teléfono con un proveedor, termino un presupuesto, abro la puerta al mensajero y tomo notas de lo que mi enfadado jefe desea, yo sueño con una nueva historia que contar sobre las tablas, e imagino ese movimiento coreográfico que necesito para la nueva puesta que estoy montando.
Claro que he de confesar que al mismo tiempo entre presupuesto y presupuesto aprovecho para imprimir algún que otro dossier, hago alguna llamadita urgente a algún pueblecillo donde he tenido la suerte de que quieran ver mi obra y preparo todo lo necesario para la aventura provincial, alquiler de furgoneta, conseguir dinero para gasolina, organizar a todo el elenco, que como yo, estarán en sus trabajos supongo que soñando también y cuando dan las cuatro en el reloj salgo corriendo como si mis posaderas ardiesen, realmente salgo a las cinco pero a través de largas negociaciones con mi jefe conseguí salir a las cuatro para comer bueno en realidad para volar a la sala de ensayo pues he conseguido que todo el elenco coincida para ensayar cosa que a ustedes les parecerá fácil, pues no, es una ardua tarea que le puede costar un ataque de ansiedad a mas de uno.
Ese es el precio del amateur, la falta de disponibilidad del elenco, la falta de dinero para todo, vestuario, atrezzo, transporte, equipos y un largo etcétera que si me pongo a enumerar les saldría barba y blanca de escuchar las infinitas trabas que un grupo amateur tiene que resolver cada día, para poder llegar a ver un trabajo artístico digno.
Pero he de reconocer que merece la pena arruinarse por un buen vestuario, la falta de sueño, los enfados relacionados con el montaje y el sacrificar tu vida personal por una hora y media de ilusión, ¡si! por esa sensación inigualable cuando el humo lo cubre todo, las luces se encienden, la música arrebata los corazones y mis actores salen a dar el alma por un sueño... el sueño del teatro, la fábrica de arte y las ganas de un grupo por hacerlo bien, por llegar a cada uno de ustedes y hacerles vibrar en sus butacas. Ahora me pregunto ¿dónde esta la diferencia entre lo amateur y lo profesional?.
Es curioso en algunos certámenes en los que he podido participar me he encontrado con enfados de grupos que alegaban que yo era profesional, la verdad es que me halaga y supongo que es porque mi colectivo aficionado lleno de inquietudes ha conseguido el objetivo, cautivar al público. Y mi proyecto nacido entre torres de papeles burlones y la presión laboral ha crecido para convertirse en una puesta de calidad.
A pesar de que yo tengo muy claro que el ser profesional o amateur nada tiene que ver con el buen hacer, es más, los profesionales que lo tienen todo para poder hacer un gran trabajo en muchas ocasiones parecen nuevos y se les olvida la calidad de la ilusión para quedarse en la superficie de la prepotencia.
En definitiva, adoro el teatro y cada mañana seguiré levantándome con las gallinas para buscar mi sueño... que algún espectador se emocione con mi puesta, mis coreografías o mi interpretación, con eso me basta y me sobra para seguir luchando.
Y tengan cuidado los malpensados pues la desconfianza es un bicho de ojos verdes que si te pica enfermas para siempre. Ojalá algún día me sobrasen los medios, el dinero y el tiempo para dedicarme al teatro por entero pero por el momento me conformo con seguir soñando.
Y les dejo que ya dan las ocho y tengo que ponerme a trabajar.