Con la evolución del hombre primitivo surgen la música, el canto y la actuación, grandes aliados de la danza y más tarde, es en Grecia donde a raíz de las “Danzas Dionisiacas” se desarrolla un nuevo género espectacular basado en la voz, el gesto y la acción dramática, “el teatro”.
Ambos toman caminos diferentes, la danza se hace más abstracta y expresiva de estados interiores mientras que el teatro comienza a desarrollarse en manifestaciones representadas como el “ditirambo”, del cual nacerán “la comedia” y “la tragedia”.
Proliferan de forma asombrosa en la inquietud del hombre hasta llegar a “La Edad Media” donde la danza pasa a ser objeto del ataque más furioso dentro de las artes y es considerada como ejercicio de herejes. A pesar de la persecución a la que fue sometida brotaron todo tipo de danzas en la clandestinidad, siempre como creación colectiva de origen campesino.
Que hermoso conocer la obra “Otelo” y poder comprenderla a través de la danza, más bello todavía escuchar en la misma puesta los mejores textos de Shakespeare
Estas danzas de “San Vito”, “macabras” o “de brujas” dieron origen a lo que hoy conocemos como “danza folclórica”. En esta misma época aparece el personaje truhanesco de la vida feudal “el juglar”, elemento común con el teatro, él se encargó de transmitir y mantener vivas las tradiciones danzarías.
Tras esta época de oscurantismo llega “El Renacimiento”, la tradición teatral se renueva naciendo las “Pastorales” y la “Comedia del Arte”, surgen nuevos temas como el amor (“el melodrama”) y se crean las primeras compañías profesionales. En la danza se da el primer hecho espectacular que marcará el inicio de lo que se conoce en la historia como Ballet Clásico, “El Ballet Cómico de la Reina”.
Tanto para la danza como para el teatro serán muchas las etapas que vayan forjando su historia, en la que el hombre estudia la forma de convertir el arte en disciplina artística buscando siempre la mejor forma de llegar al público.
Pero llegando a la actualidad y a esta vorágine mediática, la danza busca desesperadamente un hueco y el teatro lucha por no morir.
Es en los clásicos donde en muchas ocasiones el teatro logra mantener vivo el espíritu del espectador y la danza consigue expresarse de forma segura pues son obras célebres en las que el movimiento será entendido al conocer perfectamente el argumento, siempre que se busque enaltecer la obra y se escojan las formas más favorecedoras para enriquecer la puesta en escena.
Gracias a las obras clásicas en bastantes ocasiones la danza ha podido hablar, es el caso de Romeo y Julieta que ha sido representada, adaptada y versionada en numerosas ocasiones, en las que la mezcla de estilos han creado propuestas muy originales. También es cierto que ambas disciplinas pueden llegar a entrelazarse. Que hermoso conocer la obra “Otelo” y poder comprenderla a través de la danza, más bello todavía escuchar en la misma puesta los mejores textos de Shakespeare.
Es muy importante que si el teatro y la danza se unen haya un buen entendimiento entre el director y el coreógrafo para poder llevar al público estas dos formas artísticas sin ser rechazadas. El director debe tener muy claro su súper-objetivo, elegir minuciosamente los textos y saber en que momentos va a utilizar la danza como desarrollo dramático y en los que lo hará como lenguaje alternativo.
Si se elige mezclar danza con teatro el coreógrafo juega un papel imprescindible no solo a la hora de montar movimiento sino en el análisis y post-análisis de la obra pues como creativo puede enriquecer la visión estética del director, eligiendo en cada escena la danza mas apropiada en la que la expresividad será primordial y los movimientos danzarios pueden aumentar la carga dramática.
Hay que tener mucho cuidado al elegir el reparto de actores y el cuerpo de bailarines pues no se puede producir un desnivel entre la línea interpretativa y la coreográfica que por supuesto tendrá mucho peso en imagen visual. El teatro-danza es un gran reto de dirección y coreografía. Y mucho más tratándose de un clásico en el que haciendo un buen trabajo se puede llegar a dominar al público llevándole al disfrute de la pasión, poesía y espíritu de nuestros ancestros artísticos.
Personalmente he tenido la oportunidad y la suerte de poder trabajar fusionando mi estilo danzario con el teatro clásico que a pesar de su carácter antiguo no deja de reflejar conflictos tremendamente actuales y he aprendiendo enormemente de esa visión tan poética de los acontecimientos que tanto en la tragedia como en la comedia llenan de arte el escenario.
Eso sí, hay que trabajar meticulosamente para no contaminar la esencia y no perder la magia de los clásicos.
Al mismo tiempo reconozco que lucho cada día para llevar a escena mis obras contemporáneas buscando constantemente un lenguaje propio que también interese al público de este siglo, pero es mucho más difícil que se acepte una obra, si no es de un autor conocido, por lo que el teatro clásico me permite seguir aprendiendo y estudiando movimientos que expresen palabras y sentimientos, pudiendo así estar en contacto constante con las tablas.
Son muchas las obras clásicas que pueden adaptarse a la danza y teniendo el mismo origen mas que nunca es un buen momento para abrazar todo aquello que les pertenece, por supuesto siempre con sumo respeto a todas esas “joyas” que han permanecido vivas a lo largo de los siglos, historias increíbles que reflejan las inquietudes de una época pasada y sin embargo nos siguen emocionando.
BIBLIOGRAFÍA:
Historia Universal de la Danza. Ediciones Pueblo y Educación. Ciudad de la Habana.
Dirigir Teatro. Giraldo Moisés Cárdenas. Ediciones Ñaque.