Hoy quiero comenzar con la palabra MIMO, en homenaje a todos aquellos enamorados del arte que con su cuerpo y tierna expresión nos trasladan a nuestra infancia, despiertan a ese niño dormido que habita en nuestro recuerdo y que suele estar secuestrado por nuestro estresado corazón, manejado únicamente por la gran responsabilidad que conlleva crecer, trabajar y olvidar, si, olvidar que no hace tanto tiempo nuestro único empleo era sorprendernos con esa marioneta improvisada de nuestra imaginativa niñez.
Mimo: ¿Qué gesto podría explicar el sentimiento artístico? ¿Que pensamiento podría silenciarse con tanta pasión? ¿Que palabra sorda podría definir tanta belleza? ¿Que movimiento podría dar a entender la locura de la fantasía del silencio? Está claro “EL MIMO”. Un ángel caído del tiempo, resucitado constantemente por su expresión, y que camina a cámara lenta hacía un pasado que todos quisiéramos retomar.
Ese es el mimo, aquel que en su mochila transporta el lenguaje del silencio, y que es tan ligero que no sientes como te rodea, como te envuelve hasta hacer de ti la pluma de sus notas, no habla, escribe en tus ojos la silueta brillante de su máscara relatando despacito la historia de tu vida.
HOY ELIJO EL SILENCIO, LA NO PALABRA, LA DICTADURA DEL SIGILOSO Y LA RISA SECRETA DEL CALLADO.
-Fotografía Marcel Marceau, uno de los creadores del mimo moderno fue considerado el mejor mimo del mundo
-By White House photo [Public domain], via Wikimedia Commons-