Me agota el silencio eterno de la rosa,
me quema el sol desde un lamento,
mis dedos deshacen sin querer,
las ganas de volver
al lejano país del sueño.
Es tarde y sin la compañía
de ese amigo que perdí,
se van las pocas esperanzas
que esperaban mi recuerdo.
Nada queda dentro del miedo,
se ha vaciado de gritos y desconsuelos,
quedando algo de rabia y una tristeza.
De la alegría apenas se supo,
sólo que andaba detrás de una pena,
a ver si podía convertirla en risa,
y al no conseguir carcajadas,
decidió perderse en otra mirada eterna.
Qué triste está el arco iris desde entonces,
los colores mojados de aquella tarde,
se tornaron grises y extraños,
pálidos y desdibujados,
ya no se podía llamar arco iris,
pues el rojo, azul y verde, murieron
y el amarillo agonizaba irremediablemente.
Busqué entre la suerte
y hallé una pequeña fortuna,
con ella intenté de todas formas
cambiar los acontecimientos,
pero al final, los acontecimientos,
me cambiaron a mí,
Y terminé formando parte
de un suceso, no importante, ni célebre,
simplemente un hecho insignificante
en el que siendo el protagonista,
nada era mío,
ni los aplausos, ni las buenas noticias,
sólo un silencio extraño que me decía,
no escribas ni un solo renglón mas de tu historia,
dale un punto y final,
y ven al mundo de los que no nacen,
de los que no sienten.
Porque aquí,
no estarás obligado a buscar la felicidad,
no deberás llegar a ningún sitio,
tus deseos descansarán,
y tu futuro no tendrá que trabajar para nadie,
ni siquiera para ti.
Era una propuesta de lo más tentadora,
a punto estuve de agarrar fuerte la mano de la muerte,
pero mi curiosidad pudo mas
y decidí agarrar la mano del futuro.
Vida extraña pero llena espero de buenos augurios.
En ese instante en que decidí vivir,
mi apagado arco iris resucitaba del llanto.
Faltaban aun sus más alegres colores,
pero con esa pequeña esperanza que me inventé,
volví a pintar de rojo, amarillo y azul mi vida.